En su escrito «La deuda, los patriotas y la Patria», el secretario general de la Unión de Recibidores de Granos de la República Argentina remarca que «los trabajadores siempre estuvimos, estamos y estaremos en el mismo lugar: el de la Patria».
NOTA DE OPINIÓN DE PABLO PALACIO – SECRETARIO GENERAL DE LA UNIÓN DE RECIBIDORES DE GRANOS DE LA REPÚBLICA ARGENTINA
«LA DEUDA, LOS PATRIOTAS Y LA PATRIA»
Por Pablo H. Palacio
Secretario General CDN URGARA
En los jóvenes doscientos años que tiene nuestra Argentina, desde su mismísimo comienzo, los trabajadores siempre estuvimos, estamos y estaremos en el mismo lugar: el de la Patria.
Los trabajadores, como siempre y desde lo más profundo de nuestra historia, planteamos “el compromiso con un desarrollo productivo que garantice el crecimiento sostenido del trabajo nacional, aumentos reales de salario, disminución de la desigualdad social y la pobreza e integración regional e internacional del país, defendiendo los intereses de nuestra Patria. Para ello abogamos y trabajamos para este proyecto de país que es el sueño de todos… los sectores que comparten este horizonte y la labor que su construcción significa…”.
A veces, parece, que la razón navega en una inmensa locura. La deuda argentina, es ese inmenso mar en el que todos estamos tratando de mantenernos a flote, sin dirección y sin saber por qué estamos aquí.
Muchas veces nos preguntamos cuál será el motivo por el que Argentina vive a los barquinazos, mientras otros países progresan. Es más, los tomamos como ejemplo y nos gustaría que nos pareciésemos a tal o cual país.
Lo primero que debemos saber es que, para que un país progrese, debe estar gobernado por patriotas. Es decir, aquellos ciudadanos ejemplares, generosos y probos, que ponen el interés de su Patria por encima de la estrechez de mirada que permite la observación desde el propio ombligo o los intereses particulares.
Claro que este concepto parece de una inocencia infantil. Pero no lo es. Los chinos no compran deuda de países. En su mirada geopolítica /estratégica, sólo adquieren deuda pública norteamericana. Traducido: sólo compran la deuda de USA. Ahora imaginemos: ¿algún funcionario chino, en ese tipo de transacciones, podrá tener un comportamiento corrupto, egoísta o alejado de los intereses de la República China? Vamos por más: ¿pueden imaginar un alto funcionario norteamericano, cuando negocia la deuda de su país, dando un solo paso en contra de los intereses estratégicos del pueblo norteamericano? Ninguna de las dos hipótesis es, siquiera, imaginable.
Quizá precisamente por eso las potencias imperiales de todas las épocas y geografías siempre estuvieron dirigidas por estadistas que, fundamentalmente y primero que todo, fueron y son patriotas. Defienden a su Patria. Tan sencillo como esto.
En los jóvenes doscientos años que tiene nuestra historia, desde el mismísimo comienzo, se perfilaron, discutieron y enfrentaron dos líneas de pensamiento y acción. Por un lado, aquellos que sostenían y sostienen (a pesar de las durísimas y permanentes lecciones) que para desarrollarnos hace falta recurrir al crédito internacional. Por el otro lado, la postura permanente de los gobiernos populares, que pregona que el desarrollo debe ser el fruto del trabajo y el ahorro de los argentinos.
¿Cómo se ha venido desenvolviendo nuestra historia hasta el día de la fecha? Fácil de responder. De Rivadavia en adelante, sólo cuatro presidentes argentinos no contrajeron deuda: H Yrigoyen, JD Perón (que además repatrió la deuda externa en 1949), Arturo Umberto Illia e Isabel Perón. Perón decía: “…hay que cortarse las manos antes de firmar un empréstito. El FMI es un hijo putativo del imperialismo…”. Más sencillo…
Para hacer más clara y explícita la problemática (por si hiciese falta), hay dos ejemplos históricos recientes: Cuando en el año 1976 se da el golpe asesino cívico/militar, la deuda externa argentina ascendía a 7000 millones de dólares. Fácilmente pagable con media cosecha de trigo. El gobierno militar apátrida (el concepto suena viejo, pero tiene plena vigencia) llevó la deuda a 45.100 millones de dólares. La aumentó el 364% y llevó a 1500 dólares la deuda per cápita.
¿Fue, acaso, producto de la casualidad semejante atentado contra la integridad de la Patria? Obviamente, no. El cipayo gobierno argentino firmó el Consenso de Washington, mediante el cual se derribaban todas las barreras arancelarias que protegían a la producción nacional, y se abrieron de par en par las puertas de las importaciones indiscriminadas. La industria nacional fue asesinada de un golpe.
El mismo golpe que se les dio a los trabajadores argentinos que quedaron desamparados por un estado que, ahora, no sólo les daba la espalda, sino que, además, salió a cazar (literalmente hablado) dirigentes sindicales haciéndolos “desaparecer” (eufemismo que se utilizó para encubrir la tortura y
muerte), para desarticular el eslabón más fuerte de la producción nacional. La Patria sangró, y la sangre fue de los trabajadores y sus dirigentes, la cuenten como la cuenten.
¿Y la deuda dónde fue a parar? La historia espera una respuesta. El por aquel entonces ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, dijo que no sabía bien qué había pasado porque “…anotaba todo en una libretita…” y se perdió (sic). Historia argentina real.
El segundo botón de la muestra es el que nos aporta, el por entonces joven economista Daniel Marx. El citado fue el encargado de la negociación de la deuda argentina durante el gobierno democrático de Raúl Alfonsín. En efecto, el negociador “argentino” fue quién llevó la bandera de la Patria frente al banquero norteamericano Nicholas Brady. Su logro fue conocido como el Plan Brady.
Por ese entonces, los bonos argentinos que tenía el banquero se cotizaban a 0,16 centavos de dólar. Después de una ardua disputa (nótese la ironía), Daniel Marx –negociador del gobierno argentino-, le reconoce a Brady… ¡un dólar por bono!, haciéndole ganar 0,84 centavos por unidad. El banquero le quedó tan reconocido que lo llevó a trabajar con él. ¡Hasta se casó con la hija de Brady!
La historia argentina es tan atroz y cruel que, mientras se le exigía al trabajador sacrificios y flexibilidad, el señor Daniel Marx siguió siendo el negociador “argentino” durante los gobiernos de Menem, De la Rúa y Duhalde. El 5% de comisión que le cobra a su propio país de origen, le reportó, en su última intervención, una ganancia para su estudio de 2500 millones de dólares. Lo que se dice todo un patriota.
Hoy, el gobierno popular trata nuevamente de desanudar la soga que aprieta el cuello de los argentinos. El haber logrado la reducción de 30.000 millones de dólares en los intereses de la deuda, y la caída de la tasa de interés del 7 al 3% (lo que equivale a que de cada 100 dólares pagaremos 54), nos pone de manifiesto que otro camino es posible. El patriotismo no es un concepto vano, es un sinónimo de desarrollo sostenido e igualitario.
La CGT celebra el acuerdo para que vuelva el crecimiento productivo asentado en las viejas y vigentes banderas de la Independencia Económica, la Justicia Social y el Desarrollo Productivo autónomo de acuerdo a los intereses y necesidades del país.
Ciudad de Buenos Aires, 10 de agosto de 2020